El otro día escuché a Pérez Reverte afirmar que durante muchos años pensó que lo peor del ser humano era la maldad. Así como confesar que había cambiado de opinión, que aún peor era la estupidez.
Ahora leo a Emilio Lledó afirmar algo similar, que «la raíz del mal está en la ignorancia, el egoísmo, la codicia.»
A pesar de que comulgo con muchas de las ideas del primero, tuve que reflexionar para saber si estaba o no de acuerdo con su afirmación. Sin embargo, tras disfrutar de cada minuto que he pasado con el segundo durante dos inolvidables días en Gijón, tras aprehender cada una de sus palabras, tras admirarme con su humilde erudición, su enunciado adquiere para mí tintes de axioma matemático, de verdad incuestionable, irrefutable, definitiva.
Existen personas acreedoras de una vida mucho más longeva. Por sabiduría, humildad, sentido común, conocimiento. Y el resto de los mortales debiéramos estar obligados por ley a escucharlos, a leerlos, a meditar con ellos. Para, aún sabiéndonos incapaces, intentar emular sus pensamientos y sus actos.
En mi primera novela, un joven Robert Louis Stevenson tiene la fortuna de encontrarse con un ya anciano Charles Darwin. Cuando el naturalista pregunta si desea decir algo, Stevenson responde: Ante usted sería un necio si pretendiera hablar. Lo único que deseo es escuchar. A pesar de mis 51 años, ante el profesor Lledó me transformo en un joven, casi en un niño.
El viejo profesor está a punto de cumplir 89 años. Con una mente lúcida, unos ojos claros penetrantes y ávidos por seguir aprendiendo, unas manos fibrosas que mueve para afianzar sus argumentos, una voz tenue y humanitaria.
Un nuevo axioma se me desvela. Apabullante. Es un hombre bueno.
Firme defensor de la enseñanza pública denuncia el mercantilismo de las Universidades Privadas, esas que prometen un puesto de trabajo seguro tras finalizar los estudios, en vez de garantizar una formación de calidad. Los templos del saber, de la cultura, de la razón, convertidos en mercenarios del capital.
Y cuando explica por qué acabar con las humanidades en los institutos es firmar la sentencia de muerte del pensamiento crítico, nadie puede ponerlo en duda. Alejar de los jóvenes la historia o la filosofía es un crimen abyecto cometido por políticos bárbaros, indigentes culturales, henchidos de vileza.
Ha contemplado horrorizado la evolución desde «Soledad y Libertad«, lema de la universidad de Heilderberg, donde estudió y fue docente, hasta el actual «Pasaporte para un puesto de trabajo«.
He permanecido tres días en Gijón. En un congreso de escritores, rodeado de apasionados por la literatura provenientes de toda España y de varios países como Francia, México o Argentina. Aunque no hubiera aprendido nada de las editoriales ni de las agencias literarias ni de certámenes y premios ni de redes sociales, el mero hecho de cenar con el profesor Lledó habría merecido la pena justificando el viaje y el tiempo empleado.
Solo por cerrar los ojos y dejarse mecer por sus palabras.
Emilio Lledó es profesor de filosofía y miembro de la Real Academia Española.
En 1990, recibió el premio Alexander Von Humboldt del gobierno de Alemania.
Recibió en 2005 la «Cruz Oficial de la Orden del Mérito» de la República Federal de Alemania.
En noviembre de 2014, recibió el «Premio Nacional de las Letras Españolas» que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España, en reconocimiento a toda su trayectoria literaria y divulgativa.
En mayo de 2015 fue reconocido con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por su trayectoria y como referente intelectual y ético. Declaró: «Creo en la importancia de la palabra y la comunicación para construir ese concepto que los seres humanos llaman hoy las Humanidades y que, para los griegos, simbolizaban la idea de justicia, de verdad, de solidaridad y filantropía”.
La admiración a la sabiduría es lo que nos hace creer,lo que nos obliga a escuchar con avidez a los que realmente nos ofrecen algo tan intangible y tan grande a la vez.
Pero a los que amais vuestra vocación … os llega la recompensa con un nombre propio. Todo se materializa en una mirada,en un gesto….y ahí quedará para siempre.